16 Sep DONDE SE NACE, DONDE SE MUERE, Elena Aguilera Cirugeda
El recuerdo de nacer, la consciencia del morir, mientras, el discurrir de la vida, la extrañeza, la mirada ajena, los sentidos atentos.
Donde se nace, donde se muere es el título de la última obra en la que estoy trabajando.
La obra se visualiza en diferentes temas como impresiones de montañas, ríos, nidos y árboles.
Temas que siempre han sido recurrentes en mi obra, me acompañan, me inspiran.
El recuerdo del nacer se visualiza en un nido, un nido como un ovillo de lana, o de hilo, un nido como un enjambre que contiene vida, un nido como una crisálida, como un capullo.
El nido es el germen, el símbolo de lo que nacerá, la evidencia de lo mágico, lo mágico como revelación de lo que no estaba y entonces nace.
El árbol es un yo estático, un padre, una madre, un hermano querido, protege, siente y acompaña.
Un otro yo estático, inmóvil, con fuertes raíces ancladas al suelo sosteniéndose y alimentándose viendo pasar la vida alrededor.
El trazo que dibuja el árbol sube vertical y fuerte, luego se abre y abarca los brazos, se expande por el lienzo, la línea se hace delicada y desaparece.
Hay nudos como nidos en el árbol, son líneas de lo vivido, marcas que tiemblan en su interior. Cicatrices de lo vivido.
Mientras la montaña está ahí, siempre.
La montaña es un tótem, una eminencia vigilante, un refugio lugar al que llegar.
La mano dirige el trazo de la montaña como un trazo simétrico que sube y baja, capa tras capa, sedimento a sedimento.
La montaña te acompaña, es testigo de tu nacimiento y está contigo el resto de tu vida.
Así como la montaña se eleva el rio se hunde. El rio horada y profundiza.
Así como la montaña está estática, el rio fluye y serpea.
El rio siempre ha sido el devenir, el continuo discurrir y lo que se va.
Los trazos discurren con facilidad, como el agua en la corriente. Se entrecruzan, se mezclan, se superponen, desaparecen y aparecen, se difuminan y emergen. Se enredan en torbellinos o se estabilizan.
La mirada ajena es la mirada que se observa distante, mientras la vida es. La mirada ajena, los sentidos atentos a la expectativa.
Observa el devenir, testigo de la presencia, de la impronta, de la huella.
El silencio de la pintura se manifiesta. Sólo pintura, línea, trazo, dibujo.
El silencio de la pintura me acompaña.
Elena Aguiler Cirugeda