Elena Aguilera en la Lonja. La autonomía de la pintura, Eduardo Lastres - Elena Aguilera Cirugeda
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Elena Aguilera en la Lonja. La autonomía de la pintura, Eduardo Lastres

Elena Aguilera en la Lonja. La autonomía de la pintura, Eduardo Lastres

Qué le pasa a la pintura, cuál es su valoración, en el concierto internacional del arte. Si, hasta hace pocos años, esta disciplina era admirada casi como único recurso artístico, la confluencia de diversos y múltiples registros, materiales, ciencias y conceptos en el arte ha quitado este protagonismo a la pintura, en cuanto a su lugar preeminente en galerías, museos y centros de arte. En España, este es un dato que se puede corroborar, con alguna contradicción, pues vemos que su imagen ha decaído en el crédito de algunos teóricos, críticos y galerístas, con una exacerbada reacción contra todo lo que signifique trabajar con pinceles y sobre una superficie como el lienzo o la tabla. Aunque en muchos museos y centros de arte, la pintura es integrada como una disciplina más, con toda su complejidad y análisis contemporáneo. ¿Tiene este rechazo alguna justificación teórica? seguramente no, o por lo menos no se ha expuesto de manera explicita en textos, ensayos, o críticas. Sin embargo, es un hecho que otras disciplinas como el video, la fotografía y la instalación conceptual, son ahora casi la única opción ante determinados actores de la crítica.

Elena aguilera (Alicante, 1962) nos ha traído a la Lonja del Pescado, en el ciclo expositivo Arte Último 21 días, una selección de su última investigación en la pintura, obras de gran formato, 3 x 2`50 metros aproximadamente, que bien pueden ser un ejemplo para demostrar la vigencia de este medio expresivo, artístico. Pues al fin y al cabo, el medio, la técnica, la imagen de expresión solo la puede escoger el artista, no el teórico. Nadie puede restringir esta expresión a unas normas, la historia está llena de errores en este sentido. En Elena, la confluencia de emoción y resolución trazan ante el espectador todo un ejemplo de lo que significa dibujar, crear un sistema de líneas y formas que a través de su propia interpretación de las diferentes soluciones de este registro desarrolladas a lo largo de la historia, podemos observar, todo un diálogo de formas lineales que nos acerca, a veces, al imaginario de la pintura oriental, sobre todo, japonesa, junto con un amplio registro de arte anterior. Líneas, formas, paisajes, surgen de esos lienzos desnudos, sobre las paredes de la Lonja, como llamaradas y signos que nos llevan a lugares de nuestro imaginario colectivo. La artista domina la diversidad de recursos espaciales, pero las simplifica en esas formas y líneas que buscan atraer al espectador e introducirlo en el área del cuadro. Unas líneas al carbón bastan para insinuar que, tras la niebla de unos blancos tratados, está el trabajo de producir la inquietud o el sosiego en el espectador. Sensaciones plásticas que, incidiendo en el ideario de nuestra tradición pictórica, nos trasmiten ese conocimiento obligado de una expresión tan antigua como la humanidad. Una expresión que nos incita a estar atentos en todo momento, en cada centímetro de la superficie del cuadro, a los saberes y emociones trasmitidos por la gran pintura. Ecos de Tápies, del expresionismo abstracto, de Saura, de Millares, de Michaux, pero también de los grabados de Durero, los gestos dibujísticos de Rembrandt, de los bocetos del Picasso más relacionado con la abstracción, el cubismo analítico, o de un lejano Pollock, o un más cercano DeKooning abstracto… Todo ello forma un compendio de imágenes que, dentro de la abstracción lírica, intenta transformar nuestra mente a partir de instantes de fuerza y espacios para la meditación de lo que somos, descubriendo los principios en los que se basan nuestro pensamiento y nuestras emociones.

Pero, qué significa arte, arte en el dominio de lo visual, de la plástica. Arte, esa palabra que a tantos intimida o que suscribe nuestra presencia en este mundo, que nos plantea cuál es nuestra mirada y qué sentimos ante objetos, formas, espacios, construidos para el pensamiento. Quizás todo el problema del rechazo a la obra pictórica, por parte de algunos pensadores, radica en que mayoritariamente hemos dejado de sentir con esa emoción que nos trasmitía la pintura en sus más amplios aspectos. Su larga tradición hasta el s.XX; Giotto, Leonardo, Tiziano, Velázquez, Goya, Manet, Monet,…, Pollock, Dekooning, Rothko, Saura, Millares, Tápies, Richter, Polke,…., nos ha dejado exhaustos, pero más por desinformación que por agotamiento. Pero algo falla en esa crítica del arte, en cuanto que reduce a la pintura en su totalidad como un registro finiquitado y, sin embargo, no explica el hecho de que se siga admirando a los grandes del arte, a la pintura en su más amplio registro, teniendo un poder de convocatoria difícilmente igualable a otras disciplinas. La pintura ha demostrado durante milenios su desarrollo y su vigencia como arte. Esto significa, entre otras cosas, que ha sabido ser el libro de consulta de la mirada del ser humano y que lo seguirá siendo. Se han instalado nuevas concepciones y vías del arte, en las que la filosofía, la sociología, incluso la filología, han introducido sus conceptos, buscando justificar el porqué del arte. Pero, si no se sabe mirar con sensibilidad y con el conocimiento de la pintura, será imposible que se entienda el valor de esta. Cuesta creer que unos trazos como los de Sempere, digan algo a quién nada quiere entender. Pero esa dificultad de interpretación de la pintura, no hace sino quitar protagonismo al ejercicio del arte: clarificar nuestra existencia con las imágenes que en la mente del artista, del pintor,  se debaten en ese intento de definir el mundo, ese mundo que, a veces, excluye parte de nuestro ser.

Eduardo Lastres