Exposición En la Lonja del Pescado, Guillermina Perales y Eduardo Lastres - Elena Aguilera Cirugeda
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Exposición En la Lonja del Pescado, Guillermina Perales y Eduardo Lastres

Exposición En la Lonja del Pescado, Guillermina Perales y Eduardo Lastres

Texto oja de sala

Debajo de ningún cielo, 2013.

La pintura es la experimentación del espacio, una experimentación que expresa un orden…., en el caso de Elena Aguilera, un orden interno de sentimientos puros. Elena Aguilera recrea la emoción del paisaje, la emoción en la medida de unos signos y gestos que conforman la naturaleza mítica del paisaje, es decir, el paisaje sentido, recordado, soñado o sufrido, como metáfora visual de nuestra vida. Desde la intuición y el conocimiento de la historia del arte, nos muestra diferentes ensayos y perspectivas pictóricas por las que transita hacia su centro expresivo. Una obra reflexiva pero también de urgencia, con deseo de decir cosas que se ven teñidas por la sensibilidad de su tiempo. Inmersa en el reto de la pintura contemporánea, que experimenta en los diferentes registros del lenguaje visual, Elena nos plantea un dibujo que nos inicia en el descubrimiento de las sensaciones íntimas, en la percepción del espacio y su memoria. El diálogo entre las texturas, veladuras imposibles y el dibujo sensible de líneas abstractas, que define un espacio de percepción y de sentimiento.  Pero la artista también conoce el dibujo, la imagen, el color, todas estas referencias propias del lenguaje, involucradas en la transmisión de imágenes en los medios de comunicación de masas, el cine, la animación. La artista, la pintora en este caso, debe interpretarlos, hacerlos suyos, para competir con una expresión propia de su tiempo. Sus cuadros son paisajes del sentimiento, es la abstracción de lo vivido, aprendido, soñado, intuido. La pintora crea la superficie pictórica, en la que necesita reconocerse como en la propia piel de su biografía, con la mezcla de pigmentos y otras materias terrosas, para incidir sobre ella mediante líneas de pulso sutil y preciso. Así construye texturas visuales de gran belleza que le incitan a la creación de la pintura como la expresión física de su memoria. En diferentes momentos de su obra, el trazo, la línea, forman estructuras y masas paralelas que delimitan el cuadro como una suma de horizontes, de espacios interlineados, muy sensibles a la mirada del espectador que siente la dimensión física del acto de la pintura.

Elena Aguilera pasa su infancia en Madrid y, desde muy joven, visita asiduamente el Museo del Prado. Esta mirada cercana va a condicionar su formación artística y su percepción del hecho de la pintura. Ya a los trece años, la experiencia del Prado es fundamental en su vida, siente una verdadera comunicación con el lenguaje pictórico que se desarrolla en cada una de las obras que conserva este museo. Impregnada de la factura pictórica de los grandes maestros, comienza su formación en los cursos monográficos de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, de la mano de Benjamín Mustieles y Julio López Hernández,  que la inician en el campo del arte mediante el trabajo del dibujo y la escultura. Posteriormente se matriculará en la facultad de Bellas Artes de San Fernando. Una vez en Alicante, se encuentra con la posibilidad de trabajar la talla en piedra, bajo la mirada del escultor Pepe Gutiérrez. Pero su investigación plástica se centrará en la pintura. Su etapa expositiva se desarrolla entre Alicante, Madrid, Valencia, Murcia, teniendo más presencia, con reiteradas exposiciones, en galerías privadas, en estas ciudades que en Alicante. En una primera etapa, la figuración expresiva formó parte de su obra, investigando sobre las tendencias pictóricas de los años ochenta, en las que la figuración se desarrollaba con un lenguaje expresivo, entre la abstracción, la búsqueda matérica y el impacto de una imagen más referencial. Para decantarse definitivamente por un gesto mínimo que define la textura visual, con el que la pintora se siente más identificada y con el que desarrolla la expresión de su percepción íntima del mundo sensible y de la pintura, a través de la historia del arte. Una mirada abstracta aunque no definitivamente, ya que su visión parte de esta mirada interior hacia el paisaje, que se concreta en grandes superficies, grandes formatos, entre la profundidad matérica y la definición lineal. Ahora como desde sus inicios en el arte, continua su investigación en el empleo de una pintura sensible, donde la influencia de Goya, Velázquez, Tapies,…, en esta artista íntima y singular, tiene una gran presencia, reencontrándose constantemente con los principales elementos que han definido su visión y su percepción emocional del entorno, y que ha condicionado su conocimiento y su sentimiento de la expresión pictórica.

Texto expuesto en la sala.

 a pintura como lenguaje universal se posibilita gracias al análisis del espacio pictórico en el que, en el caso de Elena, el gesto contenido en un trazo sinuoso, alerta, da presencia a todo un esquema de lo que la pintura debe trasmitir. El origen de la línea, como punto de partida para expresar sentimientos pero, al mismo tiempo, una cierta referencia a la realidad: fragmentos de realidad, del paisaje, o de la figura femenina. El dibujo a partir de sucesivas líneas que recorren el lienzo o el papel, indicándonos que ninguna realidad posee una sola imagen. Elena es, sobre todo, línea, dibujo, pero también un sentimiento de color convive de una forma natural formando parte de este concepto y vivencia del espacio. En esta obra, despliega su sentimiento colorista alrededor de todo su material de dibujo, creando un registro que al mismo tiempo desea entroncar con la capacidad que tiene la pintura, el dibujo, para definir las formas, como siempre ha hecho esta pintora. El gusto por la línea, por el discurso lineal de las superficies se combina con la mancha monocroma, obteniendo algunos de sus referentes más importantes que, con el paso del tiempo y en la actualidad, ha retomado esa figuración siempre latente en su obra. Elena se vale tanto de los grandes maestros, como Velázquez, Goya, como de los indudables referentes de la modernidad: la pintura del Tapies más gestual, del Saura más abstracto, o con las reminiscencias de la pintura oriental. De hecho sus abstracciones, que nunca son tales, suelen ser como paisajes, arquitecturas, en ese compendio en el que se resuelve el lenguaje, la imagen, en la historia del arte. Un reto complejo del que Elena sale reforzada gracias a esa intuición profunda por la que es capaz de encontrar los vínculos en los que se basa la modernidad. En su obra trasmite un sentimiento en el que la composición de los elementos del dibujo forman unas redes visuales, en algunos momentos más estrictas o más libres, y donde su capacidad de expresión corporal se desarrolla no solo en los pequeños formatos sino con más libertad en el gran formato de estos lienzos que presenta en esta exposición.

Guillermina Perales y Eduardo Lastres.