Quería pintar con luz, El Mundo, Miguel Hernandis - Elena Aguilera Cirugeda
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Quería pintar con luz, El Mundo, Miguel Hernandis

Quería pintar con luz, El Mundo, Miguel Hernandis

Elena Aguilera ante una de sus obras instaladas en el centro de Valencia. JOSÉ CUÉLLAR
Elena Aguilera ante una de sus obras instaladas en el centro de Valencia. JOSÉ CUÉLLAR

Elena Aguilera da el salto al vídeo en su última exposición de La Llotgeta

Siempre había dibujado con ordenador, cuenta Elena Aguilera. Y lo hizo empezando por la sencilla aplicación Paint «hace años». Con ella la artista alicantina fue practicando, «vas haciendo dibujos hasta que con el programa de las películas iMovie empiezas a meter y haces una secuencia y le ves el interés». De manera que considera que lo suyo, que ahora presenta en La Llotgeta de Valencia, «ha sido una evolución natural».

Lectora habitual de poesía, en la obra de Juan Ramón Jiménez encontró la expresión que tomó para titular este montaje, El azul no es un color. Un color que califica como «muy místico, el del cielo y el mar, uno muy intenso». Lo acompañarán con la edición de un catálogo en papel que se presentará la próxima semana.

El azul no es un color reúne esa obra en vídeo con pequeños dibujos y sus clásicas telas en gran formato. Tres técnicas diferentes, una decisión que no considera premeditada. Su adopción de la imagen en movimiento, como menciona, «ha ido viniendo poco a poco», descubriendo «el interés de lo que puedes hacer».

«Me gusta ese cambio de formato porque quería pintar más con luz», comenta, «con formatos en que mi pintura estuviera más vibrante como si estuviera iluminada por detrás». Una de las cosas que le atraía es que con la proyección seguía manteniendo el gran formato al que ha sido fiel en sus lienzos, «lo que me encantaría es mostrarlo en una sala de cine».

De ese modo, el público reafirma su condición de espectador, envuelto por la obra, «te invita a participar como de la contemplación de una película pero con el tiempo, le he añadido sonido suave para ayudarte a meditar y meterte en el mundo pictórico». Por eso cuando se planteó cómo trasladar su estilo creativo, sabía que no quería imágenes fijas, puesto que «serían un cuadro», sino que «evolucione suavemente».

La otra cuestión que le preocupaba era que el uso del vídeo no transformara su origen, «tenía que ser pintura, no un documental porque es el mundo de la pintura, no del vídeo». Aguilera rechaza con firmeza la idea de considerarlo animaciones, «sale como pintora, nunca me he planteado que sea una animación».

Su comisaria, Guillermina Perales, interviene entonces y subraya la idea de que «no se sale de la pintura, coge su lenguaje y lo lleva al vídeo y como investigadora coge todo lo que tiene a su mano». «No soy una científica», puntualiza Aguilera. Y pone de ejemplo los hologramas, «en mi época se le dio mucha importancia y eso siempre me pareció un horror».

Frente a esa considerada modernidad mal entendida ella reitera que también mantiene su compromiso con técnicas tradicionales. «De hecho, en la exposición hay dibujo y es muy primigenio: con papeles acetato o el humilde de envolver pescado, buscando siempre la esencia». Esa sencillez la lleva incluso a presentar las obras en lo que podríamos llamar su crudeza original, sin enmarcar. «No tengo problemas con ello pero el exponer tanto dibujo tendría sentido con otro montaje», dice, «mejor no ir con nimiedades».

El uso de ese papel de envolver le gusta porque aguanta «agua y todo lo que le quieras poner», además de que «tiene una textura por un lado más brillante y la otra más opaca y un moteado que ya no es el blanco impoluto que da más miedo». Sí, «el lienzo en blanco impone mucho», reconoce. Por eso afirma que se encuentra «más libre pintando sobre telas, como diciendo que si lo estropeo no pasa nada».

Exponer en Valencia supone otro paso, uno que demuestra los caminos más abiertos que hay ahora entre la capital y Alicante, y que, como anteriormente lamentaba Perales, se encontraban con obstáculos. Este se ha conseguido superar gracias a la Fundación Caja Mediterráneo, propietaria del céntrico espacio. «Es una gran oportunidad», destaca Aguilera. Y añade risueña que lo está disfrutando, «me gusta cómo ha quedado porque es una satisfacción ver que estás de acuerdo con lo que ves y no tener dudas». «Es un espacio difícil», apunta, «porque tienes que dominarlo con los dos pisos y escaleras que lo comunican».

De momento, Valencia es la única parada de este montaje pero tanto Aguilera como Perales recalcan que están abiertas a que este vaya girando. «Es la ventaja de esta exposición», bromea, el vídeo no son miles de cuadros que tienes que embalar, los dibujos en una carpetita, y las dos telas grande se pueden plegar».

«Las decisiones fluyen sin saber de dónde, no son a priori», confiesa. «La creación es un misterio: sale de todo lo que vas aportando de tu interior pero también hay que digerirlo de alguna manera y de pronto salen esas frases, esas revelaciones», razona. Un proceso casi místico, como corrobora, en el que es necesario «estar trabajando esperando a que llegue esa epifanía a la que seguirás trabajando para añadir cosas».

Miguel Hernandis